martes, 7 de julio de 2009

¿No es el vidrio un líquido?


Yo había entrado acostado boca arriba, con los pies por delante, en la cabina de lo que antes parecía un carro pequeño. Arrinconado, la cabeza metida en la portezuela y las piernas estiradas sobre el asiento. Tú, con tu risa serena, casi silenciosa, apenas tus labios estiraban sus comisuras, como una mano que se levanta victoriosa. Un sentimiento de derrota se apodero de mí. Pensaba en aquel movimiento, mis pies te tocaban. Te tocaban y mis ojos apenas veían tu cuerpo ; sólo los labios que estiraban sus formas como un signo de interrogación.

Entré al carro porque desde que subía la pendiente rodeada de árboles grandísimos, con sus troncos menudos y numerosos, vi como se llevaban partes del carro. Corrí y cuando entre y vi tus labios levantados, todo lo pensado y calculado se volvía confuso. No entendí nada. No pude ver quién estaba a tu lado.

Esperaba reclamarte porque yo no quería ir a ese lugar improvisado, cercado por una pared casi de papel que recuerdo quitaban cuando acababan de sacar a todos los borrachos. Lo vi, no porque terminé completamente ebrio, sino porque decidí esperar a que regresaras.La última vez que te vi fue entre un montón de caras. No quería beber esa noche, sabia que mejores cosas esperaban para mí en la casa: tú, los libros, el libro que supuestamente había decido escribir.

Por eso pensaba reclamarte. Llegamos juntos; un momento de confusión que creí ajeno a nosotros separó las manos que antes comenzaban a humedecerse por el calor de aquel cuarto oscuro, lleno de humo, con paredes fragmentadas por hoyos que dejaban filtrar la luz de afuera.

Pero cuando mi zapato sacudió tu hombro cada vez más intensamente y tú seguías tranquila, ausente y la sonrisa, supe que no podía hacer nada, sólo pensar, en aquellas palabras “Eres tan ingenuo” Me pregunté ¿Por qué? ¿Qué es tan evidente? A mi no me aparece así.

Yo estaba enrollado en la puerta, atascado en el engranaje de la manija, como si fuera un vidrio, quieto, sólido, cristalizado. Ya no pude ver quién estaba del lado del conductor. El umbral del segundo cuarto atravesado por ella, tú soltabas mi mano y platicaban.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿y?