sábado, 11 de julio de 2009

Ella.


III. Just do it

Pero sentíamos burlado nuestro heroísmo. Nos habían mentido nuestros padres y también nuestros maestros. Queríamos un imperio bajo nuestros pies. Ser el dios que mueve los hilos de los muñecos huecos que se mueven según lo escrito en la tele. Como la ofrenda era limitada había que escoger los más poderosos o correr el riesgo de que se nos hundan las naves, apostarle a comprar toda la tienda, a obedecer a los mandamientos de la tele.

Mis camisas tenían un diseño batik con el estampado de una calavera. Tenía bajo mi mando un séquito de 10 luchadores de una firmeza inusual, una bolsa de 40 soldaditos. Gracias a la terquedad con la que me aferraba a conquistar el mundo y ser su rey supremo tenía comprada a una policía y disponía de unas patrullas. Unos paganos jugaban con los despojos de mi castillo. Y necesitaban de sus pies para moverse.

1 comentario:

¿y?