miércoles, 31 de marzo de 2010

Suave como una arma lustrada

¡Suelta pendeja! Me lo dieron a mí. Ya ves cómo eres. No vuelvo a montarme en tu pedazo de lámina. Que los sueltes.
Y los uniformados intercambian miradas socarronas ante el espectáculo por antena libre. Él ejemplar, inmutable, rostro endurecido, mano en el arma preparada, tal como lo han adiestrado. Un codazo, la mano cerca de la otra mano que coquetea con el gatillo. Una abundante mancha de sangre en la entrepierna. Cambios de sexo gratuitos en los cruceros. Y para la cara las codiciadas muestras gratuitas de crema facial.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Desnudo Náuseo


¿Sabrá que cruzando el umbral de pláticas amarradas por la risa y la cortesía azucarada algún día se enfrentarán al abismo que los devolverá a la espera angustiosa o les llenará la alcoba de hormonas de misterio?

Piensa que podrá valerse de sus palabras esquivas para suplir la cera que se desborda sobre el piso, ignorada por ese otro líquido salado que se escurre sobre las espaldas. Como le han dicho que su juego es el de la espera mira apresurada detrás de ese silencio judicial.

Mientras su amiga le devuelve miradas cómplices imagina que puede escaparse de las situaciones en las que los tactos, en su curso animal y caótico, silencien los ojos que los juzgan; el árbol pintará su cabellera de amarillo y acariciará tímidos enlaces. Las sombras del deseo nublarán el cielo, la mesa donde beben café rasgará sus manteles para mostrarles su parentesco con la cama. Yo le confesaría que saltaría de la habitación para caer de regreso en la taza de café.

Le diré que los pájaros que aletean perfumes marinos al abrir el árbol son de variado plumaje y trino cada vez. Le será incomprensible la manía de morder las plumas. Le lanzaría una palabra al río de su cuerpo para formar ondas que se esparzan por mi boca. Apagar las luces y encender las bombillas de los sexos. Todo eso pienso ahora que cruzas el umbral y te pierdes en el silencio de la madrugada.