martes, 29 de septiembre de 2009

Metamoscas


Leía sobre los universales platónicos
comencé a dudar lo que mis ojos veían
apariencia y fuente de mentira
el cuerpo, los sentidos no el intelecto

terco
el aleteo de una mosca me interrumpía
con las manos trate de retirarla
pero ella insistía
irritado
trate de matarla

cuál sería mi sorpresa
de las ideas en el tiempo detenidas
en sus páginas
entre las lápidas de su sueño eterno
madriguera había hecho
y a sus crías alimentaba con desecho

lunes, 28 de septiembre de 2009

Los celos

mío

cada temblor de tu cuerpo

todos tus pensamientos

hasta el último de tus suspiros


guardo la fotografía

de cuando nos juramos amor eterno

inútilmente

el tiempo te parte


para qué quiero tu palabra empeñada

tengo tus besos

tu sonrisa

tu cuerpo


¿Qué son los celos?

¿volverte finita e inmóvil?

¿la bestia?

¿el animal que me habita?


ayer abrí tu diario

son sólo hojas de papel

ahí encontré tus pensamientos

los secretos

la historia que no debía importarme

los besos que no me corresponden

el fluir de tu sangre

el azar

la naturaleza que a unos dota y a otros quita


ahora que cruzas el umbral

quemaré tus cartas

tus recuerdos todos

tu cuerpo y su memoria

miércoles, 23 de septiembre de 2009

muslos tiernos


pasemos

nuevamente

el umbral de esta casa

las puertas

par de muslos tiernos

lunes, 21 de septiembre de 2009

Tenía tierritas... pero nomas en las uñas.


- Buelita yo de grande quiero ser como mi buelito, tener muchas medallas y andar con la bola y ser bien importante.

-Ay hijo sí mi viejo se murió solo. Nomas sus hijos, sus nietos, y uno que otro amigo. Nada de banda de guerra ni la bandera ni esas cosas que uno ve en la tele. Si te digo que él era veterano. Anduvo con Pancho Villa. Nosotros somos de Durango y de ahí tu buelito se le pegó a la bola. Cuando yo fui a México ni porque les enseñe las medallas, los diplomas, hasta el uniforme me llevé, pinches desgraciados nomas 500 pesos me dieron. ¿Cuál pinche revolución? Se la llevó el gobierno rata a la chingada.

¿Y ni unas tierritas le dejaron buelita?

Cuales tierritas. Será la de las uñas. Aquí es donde los presidentes debían venir. A qué los traen al centro, aquí, aquí es donde estamos los jodidos. Si no les estamos limosneando, trabajo es lo que debían darnos. Debías ver a los viejitos que apenas y caminan a qué chingados van a las juntas, no les dan ni madres. Ya ni acordarse de esos desgraciados. Gracias a dios salimos adelante y nunca nos faltó nada. Hasta pensión nos dejó su buelito. Vieras que contenta y qué satisfacción me da ayudar a toda esa gente. Están tocando, ha de ser mi comadre que ya trae la ropa que vamos a vender.

¿Cuál ropa buelita?

Una que vamos a vender para las fiestas del hospital y del asilo. Órale muchacho preguntón abra la puerta.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Dos pesos.


Entró al estacionamiento donde cobraban doce pesos porque no había encontrado cerca de la plaza. Estacionándose en ese lugar evitaría caminar y el insoportable calor que sofocaba al zapato más aguantador o al tenis pentatlonico de cualquier marca, aun a los de la palomita. Hasta la palomita bajaba su punta para convertirse en una línea mediocre. Ahorita le pagó -le dijo al señor del estacionamiento cuando ya había cruzado la puerta hacia la calle-.


Apresuró el paso compitiendo con la manecilla del checador del estacionamiento. Llegó a una esquina donde se paró hasta que el semáforo le guiñó el ojo y aquel que iba sólo pensando en los papeles que tenía que recoger ni lo peló. Ya había penetrado la calle bulliciosa en la que las tiendas exhibían el último aullido de la moda o como digo yo, el quejido de un muerto llamado mundo que prometía hacerlo más vivo.


En realidad no iba a recoger ningunos papeles. Ya después nos enteramos que había visto unos pantalones y playeras únicas en su tipo y que por lo mismo temía se fueran a acabar. Esa era la verdadera razón por la que apuraba el paso. El carro podía dejarlo estacionado fuera del cajón que le asignaban, las calles las cruzaba aun metiéndose entre los coches que amenazaban con rozarlo con sus labios de metal, si tenía algún pendiente en el trabajo encontraba una manera para postergarlo, hasta a sus amigos hacía esperar cuando habían quedado de verse; lo único que no podía esperar y que le tenía bien contado el tiempo era su guardarropa. Como si fuera una amante lo consentía con regalos que le tomaban horas en escogerlos.


Si a sus novias harta con sus preguntas insistentes sobre su aspecto, sus miradas furtivas a cualquier pared reflejante que le devolviera un elogio, las digresiones que surgían en las pláticas cuando se atravesaba algún nuevo detallito para su amante te haces una idea de cómo nos ponen a nosotros.


Ese día no había sido la excepción. Su probada afición por los detalles lo hizo demorarse más de lo que tenía previsto. Después de que alcanzó a comprar las playeras y pantalones exclusivos le surgió su carácter filantrópico y decidió buscar qué más podía regarle a su guardarropa. Por método recorría la tienda para aguzar sus ojos y sinestesicamente captar el ya citado aullido de la loba moda.


Como su amante era celosa no podía derrochar el dinero a sí como así. Se acordó de él y apresuró el paso intentando ahorrarse algunos pesos. Sabía que la tarifa mínima eran 12 pesos aunque guardaba la esperanza que el dependiente la redujera como premio a su rapidez. Volvió el camino que había recorrido hasta llegar a la entrada del estacionamiento. Lo cruzó y se dirigió a la caseta de cobro. Entonces cuánto le debo-le dijo al dependiente esperando que su despiste terminara también confundiendo a aquel. Son 12 -le dijo-. Esculcó sus bolsillos para sacar los únicos 12 pesos que había guardado. Puso primero una moneda de 5 pesos, luego otra de 5 y el encargado cerró la mano. Así está bien, déjalo, déjalo –le dijo , sintiendose retado por la velocidad con la que habia regresado-.


Marchó muy contento con su hazaña. Había logrado que no le cobraran los doce pesos. Llegó hasta su auto y lo sacó del estacionamiento. Cuando ya había cruzado la puerta del lugar se acordó que no se había puesto el cinturón de seguridad, por lo que decidió aparcarse en la acera más cercana a la puerta. Una vez que se hubo estacionado intentó jalar el cinturón pero notó que se había atorado con la puerta. Inmediatamente la puerta se abrió y escuchó el sonido metálico de un objeto que había salido de su auto y se había estrellado contra el piso.


Pensando que algo importante se le hubiera caído descendió del auto y comenzó a buscar debajo, luego en los alrededores y luego más abajo y nada. Decidió volver al auto para hacer un inventario de sus posesiones. Al parecer todo estaba en orden. Finalmente decidió revisarse los bolsillos y contar su dinero. No le tomó mucho tiempo, ya que sólo eran dos pesos. Cuando se percató que había perdido el botín de su batalla se maldijo por haberse apresurado para nada, pero cuando vio la pendiente por la que se había ido su moneda se resignó.


Hurgó en la guantera para sacar sus lentes de diseñador. Encendió al aire acondicionado y cuando estaba a punto de subir el parabrisas una pequeña mano percudida se asomó. Desconcertado miró hacia fuera y encontró a un niño pequeño de unos 6 años con la cara toda manchada y sus zapatos que hablaban más que él. Señor su moneda, se le cayó, hasta allá estaba. Aturdido por ese gesto no supo cómo reaccionar, sólo estiró su mano y el niño se fue brincando por la banqueta. Niño tonto -se dijo mientras los parabrisas subían y lo aislaban del calor y de la mugre con la que el niño había embarrado su moneda-.


-Y esa es la verdadera historia. El niño se fue sin la moneda. Te mintió.


-Tú eres el mentiroso. No trates de quedar bien porque está Angélica. Ella sabe cómo eres. Sí así fue como nos lo contaste la primera vez y hasta dijiste que por eso estaban tan jodidos. No le saques.


-Bueno ya: total sólo eran dos pesos y el niño parecía contento, ¿no?

Torremolinos 73


Ahora me toca representar la mayor locura de los mortales,

la pasión amorosa, de la que el voto, el claustro y el pudor

natural me han librado hasta aquí.

Sor Teodora


Ve que su mujer se pierde en el fondo del pasillo de la mano de su jefe. Él corre. Trata de entrar al elevador pero la puerta se ha cerrado. Traspasa la puerta que da a las escaleras. Un escalón. Otro escalón. Llega al primer piso, gira a la izquierda y retoma el espiral de las escaleras. Inicia nuevamente su marcha desesperada hacia arriba. Por fin llega al piso y comienza a gritar el nombre de su mujer. Se abre la puerta de un cuarto. Entra y se repliega en la pared del fondo detrás del equipo de producción de una película. Van a firmar la última escena. La muerte vestida a lo Bergman del Séptimo Sello mantendrá una relación sexual con la protagonista- una cuarentona millonaria que ha venido a pasar unos días en el hotel donde se casó- para después llevarla con ella. Soy la muerte y he venido a llevarte a ti y a tu marido-esa es su línea.


El hombre que ha entrado en el cuarto donde se filma es el director y esposo de la actriz. Soy la muerte y he venido a llevarte a ti y a tu marido dice el hombre escandinavo de cabellera rubia vestido de negro, mientras el director ve como ese hombre que está representando un papel ha venido a matar a la ficción. Da un zoom a la cámara y enfoca el rostro de su mujer saltando sobre el sexo de la muerte. A través del lente ella es sólo una imagen captada por una cámara insensible. Bergman decía que el movimiento de la cámara tenía que captar el movimiento del alma, recuerda el director mientras los celos, la impotencia y todo aquello que las películas pornográficas que venía haciendo ocultaban se agolpan en su mirada humana que la cámara imita. La pornografía como metáfora de la infertilidad sexual. La pornografía como la mirada despojada de humanidad. Ensimismada en la pura técnica y el artificio. El cine que borra su proceso de producción para ganar la ilusión de representar el mundo. Él no podía tener hijos. Por necesidad los dos se había involucrado en la filmación de películas pornográficas. Estas películas fueron indoloras, divertidas, picantes para él, pero no humanas, hasta que tuvo que dejar de ver a su mujer a través del lente, como una actriz de película porno, hasta que ella obtuvo lo que quería y que él no podía darle: el deseo de tener hijos.

viernes, 11 de septiembre de 2009

El tiempo antes y después de papá Pedro.


-Tía, ¿se acuerda cuando íbamos a las albercas? Yo me acuerdo que estábamos chiquillos y que usted se ponía en la orillita a mojarse nomas los pies. ¿Por qué no se metía tía? Si hacia harto calor. Con lo que se antojaba andar debajo del agua. Y las cheves y la carnita. Le quedaban re buenos los frijoles a papa Pedro, ¿verdad? A usted, ¿sí le gustaba que le pusiera cerveza a los frijoles a la charra? Era bien tomador Papá Pedro.


-Yo sí salí bueno tía. Yo nomas cuando me invitan. Sí me he puesto una que otra pero con esas tuve. Acuérdese, no llegaba yo y me iba directito a su cuarto y le entregaba mi sobre, hasta fresco tenía todavía el pegamento. De lo que sí ha de acordarse, no se haga, cuando trajimos a Papá Pedro a rastras. Y al otro día cómo nos divertimos. Sí se ha de acodar, ¿no? Que me mandó a comprar la carne. Le quedaba bien sabrosa. No que la de ayer. No, sí como la de papa Pedro pocas, ¿verdad tía? Usted le ha de haber tocado cuando me ponía a que le diera sus madrazos cuando llegaba bien borracho. ¡Bien ganados que se los tenía! Sin un clavo y bien pedo. Pero pobre, qué quería que yo hiciera con el cinturón en la mano. ¡Chíngame hijo! ¡Ándale! Termina con lo poco que me ha dejado esta pinche vida. No me gustaba verlo a sí. Me acuerdo y se me atora el aliento en el gaznate. ¿Por qué habrá salido tan tomador si era muy buena persona?


-Si hasta su tele le compró. ¿Si se acuerda verdad tía? Claro que se acuerda. Fue cuando estuvo la de Calvario. Hasta papa Pedro que decía que eran para maricones se arrimaba aquí con nosotros. Usted sí es aguantadora tía. La Carmen me salió muy mala. Me pone jetas porque traigo el horario de noche. Ya me he cansado de explicarle que me va mejor en ese turno. Sí está uno sólo todo el tiempo y de no hacer nada el sueño se pone a chambear en lugar de uno. Pero… ¿qué se le hace? Aguantar. Chíngele mijo -me decía papá Pedro cuando ya me quería salir de ahí donde empecé a trabajar con el chino-. Ya tragó, ya engordó ahora le toca usted darle a su mujer y a sus chamacos. Papá Pedro, ¡sácame de este pinche pozo! Tía usted es bien aguantadora. No me haga esto tía.


-Ya muchacho. Mejor vallase. Descanse.

lunes, 7 de septiembre de 2009

La pecera

Capítulo XIV



Entonces usted escribió la segunda mitad del libro sin saber que usted había escrito la primera parte.

La cámara me adora. Es que… Es que …es que sí hay algo que logró tocar aunque luego se borre. Bueno mi problema es que mi memoria no es muy larga. Como usted se habrá dado cuenta puedo hacer cosas mecánicas, rutinarias, nada que ocupe demasiado la mente. Comprende. La primera parte de la novela la escribí durante varios meses, hasta que un día me levanté y todo se había ido. Sólo tenía una vaga sensación de algo. No se qué era. Si un lugar al que yo había ido, si algún cambio en el ambiente, su temperatura, había algo que me estaba hablando, que me reconocía pero yo no sabía decir qué era.

Por días me pasaba leyendo el libro que había encontrado sobre mi mesa de noche. No sé porque pero me pareció absurdo lo que había leído. Al notar que eran los libros los dueños del espacio y que yo hallaba cierto placer en ello vi pasar por mis manos uno tras otro hasta que otra vez un día volví a encontrarme con el libro sobre mi mesa de noche. Inevitablemente me puse a leerlo. Me pareció un libro bellísimo. Así que decidí continuar a mi manera la historia que ese libro me había contado.

¿Qué fue lo que le llevó a escribirlo?

Es que sentía una gran aprehensión. Me había dejado picado. Era la historia de un hombre enfermo en el límite de su vida. Una abertura en la ventana del cuarto dejaba entrar las huellas del mundo. El moribundo hace una detallada, minuciosa, compulsiva descripción, un acto heroico de lucha contra la muerte y el olvido. ¿No cree? Muy Proustiano. No cualquiera lo aguanta. Puede ser fastidioso. Pero cuando se dispone de tiempo y se tienen bien aguzados los sentidos pues sí que se puede. Imagine a ese hombre en el último de sus suspiros realizar esa actividad del cuerpo y la mente que a cualquiera de nosotros nos tomaría mucha atención y paciencia. Eso es lo que yo tenía cuando me topé con el libro. Disponía de todo el tiempo y mi atención para el libro. Cada palabra se me grabó en la memoria. De las palabras hice imágenes. De las imágenes el mundo con toda su riqueza. Me pareció grandioso, casi monstruoso lo que ese hombre pretendía lograr. Al final como sabe perdió. Y por eso hay muchos espacios en la narración. Y para eso son los audios que trae para cada parte del libro. Es que al final enmudeció. Cuando llegó al jardín se quedó callado. Ya no necesitaba decir nada. Había aceptado que iba a morir y que la había pasado bien en la vida. ¿Quién necesita la escritura?

Por eso hay tanto silencio y sonidos en la novela. Porque se trata de entrar en el personaje. En su mundo espiritual. En los sonidos a los que estaba acostumbrado. Es por eso que hay mucho monologo interior. Bueno de hecho es un puro monologo interior desde que se levanta de la cama y llega hasta el jardín. La parte más engorrosa creo yo es en la que el narrador perfila la forma y volumen de las sensaciones que afectan al personaje.

Y a usted, ¿qué le deja esta novela?

Bueno pues me deja mucha satisfacción. Ahora la gente me conoce…y claro también a mis pensamientos y lo que siento…claro eso también. Me siento contento de que podamos compartir esto. Yo sí creo que es una novela un poco autobiográfica. Como sabes, yo, por mi condición, debo permanecer bajo el cuidado de otra persona. Usted se ha de imaginar el placer que me procuran los jardines, los días de campo, los ladrillos llenos de moho, lo espeso del pulque. Ay pues una infinidad de cosas que uno no ve cuando está encerrado en el cuarto. Me deja mucha satisfacción también…seguir manteniendo vivo este viejo arte de contar historias.

-Oiga, me presta donde escribir.

-¿Qué?

-¡Papel! ¡Una hoja de papel! Para apuntar un teléfono. ¿No trae donde escribir?

-Nada más un pedazo. Con este tengo.

-Nombre quédeselo. Es el de ayer. Ya ni para el baño sirve. Sirve de que me ayuda y no hago tanta basura.

-Sí está bien entonces. Usted ya lo leyó, ¿verdad? Yo casi nunca leo el periódico. Bueno a veces. Sólo la de espectáculos. Es que las otras están bien aburridas y no tienen fotos. Ya vio, aquí están hablando de un señor que escribía libros de enfermos. ¿Estará bueno? Tampoco lo conoce. Entonces me la quedo para ya luego buscarlo. Gracias.