domingo, 19 de julio de 2009

Ella


V. Ingrata no me digas que me quieres


Los oficios mundanos fascinan hasta los dioses. Mi He-man, el cual es un Dios, es un hombre musculoso, amo y señor de su reino, de todos los juguetes de moda. Ella está fascinada por el juego de los mortales pero no pierdo la esperanza de que sea ella la voz de las mujeres de mis muñecos.

Mira con asombro y nace ante su mirada un nuevo héroe. Se detiene en la espada de Cortés y sus cañones, admira los discursos que inflaman el valor de sus hombres y el respeto que inspira en su tropa, el tamaño de sus barcos, la manera que al dominar la materia se apodera del mundo, la temeridad con la que desafía a la corona y su brazo que abre nuevos mundos. Le dice que él es un dios porque los indios, sus súbditos, sus juguetes, así lo creen, lo han visto en los comerciales.

Lo creen un dios porque en la televisión dicen que He-man es el amo del universo, que es bueno y tiene amigos que creen en él porque tiene muchos juguetes y tienen a los más poderosos y originales con los que es invencible. Son los muñecos más poderosos porque son puros y no están contaminados con la diabólica piratería indígena. He-man vence a los malos para que no se apoderen del castillo de Greyskull. Sólo skelektor sería capaz de tocar una mujer y de desearla. Eso no es bueno.




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