martes, 11 de agosto de 2009

La pecera

Capitulo VII.


-Oye estoy poniendo a circular mi blog. Sí ya tengo algunas entradas. Oídos sordos porque escribo lo que traigo en la cabeza. Eso sí es mío. Ahí estoy escribiendo algunas ideas que tengo para Corriente alterna. Corriente alterna ¿Apoco no suena acá bien ciencia ficción? El intro quedo…una verdadera pieza de la edición digital. Lo hago sobretodo para levantar opinión de las cuestiones literarias, ya sabes que soy el especialista de la voz no de la escritura. En la entrada de hoy está la primera historia. Yo ahí me paré porque creo que la historia es diferente, hasta cómica y lo más importante: la moraleja dejará satisfecho a esos buenos y sacrificados hombres cansados de dar órdenes y ser los jefes. Parpadéale aunque sea y opina.


Martes 11 de agosto del 2009.


La verga me han de pelar.



Estoy molido. Pinche caminada hasta la casa de asistencia. La comida que sirven ni los perros se la tragan. Y luego te hacen ir a misa si quieres postre. Pero a mí como me hace mejor lo dulce. Yo ya sólo como cosas dulces. El doctor me recomendó que para que mi hígado estuviera cubierto…puras cosas dulces. Yo por eso voy a misa.


-J aja ja pendejo. El que vende los libros no es doctor. Y lo dulce también te chinga. Es como el chupe güey. Pero qué le vas a hacer. Así nacimos, dios nos abandonó, nuestra familia nos mira con desprecio y asco, nuestros amigos no nos prestan dinero y en ningún lugar encontramos trabajo. Pero nos tenemos a cada uno. Nosotros somos nuestra familia. Venga un abrazo hermanos. Hermanos sin padre, tirados a la calle. Pero nosotros vamos a seguir aunque nos hayan dado la espalda. La calle nos ha dado otros ojos para mirar las cosas. A ver... ¿para qué la gente pone rejas? Porque nos tienen miedo, por que ellos saben que las cosas están difíciles, pero uno aprende a abrirse camino.


-En cuanto apaguen el foco del alumbrado nos tendemos sobre la esquina para meternos detrás de los arbustos. Esta vez vamos a mañanear al ruco de la tienda.


Cruzaron la calle desde el rincón donde permanecían ocultos como ratas que cruzan el desagüe. Iban asustados. El frío de la noche helaba los miembros menguados de los cuatro borrachos. Uno sacó una botella del 96 y la alzó a contra luz para ver la noche a través del color blanquecino, casi lunar, del plástico. La abrió. Sus dos labios secos y carcomidos por el frío y el hambre se dilataron para recibir el mensaje etéreo que el líquido comunicaba a cada célula a través de la sangre. Su cuerpo se dejaba engañar por ese mensaje que disolvía los pensamientos letales y llenaba de vigor cada tejido, cada músculo, el cuerpo entero aceitado, infundido de un valor fingido, momentáneo. Todos se calentaron sus cuerpos. Sus miembros y su alma recuperaron el vigor y el valor perdido por la seca.


Abrieron fácilmente la puerta. Sólo tuvieron que romper la reja inferior. Mientras uno sostenía la reja para hacer una puerta los demás se apresuraban a llegar al cuarto del viejo. Cuando estuvieron los 4 en el umbral avanzaron a tientas hasta que el viejo despertó movido de sus pies.


Los 4 borrachos fueron obligados a beber café y escuchar cómo Bill había inspirado la seca de Don Octavio. La botella de alcohol que pretendían robar está en la mano de Don Octavio. Con la otra mano les va diciendo.


-Ustedes emezaron mal y van a acabar mal. Han tenido suerte de toparse con un compañero. Estamos entre iguales. Yo también me las ponía de a meses y me valía madres todo. Pero un día dije a dónde estoy yendo. Al mismo lugar que todos ¿verdad? pero más rápido. Es como traer el cassete adelantándose todo el tiempo. Con un mes te comías 1 año de vida. No pues directito a la caja vas. Mira yo me he recuperado. Si ustedes quieren yo les doy para el chupe, pero no anden robando. Es mas para que vean que confió en ustedes. Aquí tengo una de charanda que me trajo un camarada nomas para molestar. Ustedes digan: yo les doy esta botella, es suya, ten agárrala, o quieren que les de chamba para que ustedes se compren su pisto. ¿Qué dicen? Tienen que estar todos de acuerdo.


-Yo ya estoy cansado de mal comer, de mal dormir, de mal vivir, de andar como trapo limpiando la calle, como esponja aborbiendo, la pura porquería que hay. Eso es lo único que la gente deja. La gente ya no es como antes.

Ya nadie le echa la mano a un alcohólico. Hay que agarrar esta chamba para aventarles sus centavos al piso a esos hipócritas.


-Yo le entro si nos da la botella ahorita y nos mantiene la promesa para mañana.


-Esa actitud no lo va a mantener mucho tiempo en su trabajo. No le conviene empeñarse en las dos cosas. Si ustedes eligen la botella yo lo entenderé.


-Sí creemos que el trabajo es bueno porque ayuda a la gente para que pueda comprar sus cosas y no ande robando y no se gane el odio de la gente y las leyes. Yo siempre había estado esperando una oportunidad pero ya nos surgió una en cortito. Cuando llegamos aquí sólo veníamos por una botella de alcohol del 96. Usted ya hizo mucho por nosotros con sus consejos y su compresión.


Ya despuntaba el alba cuando los cuatros hombres caminaban juntos, compactos, una mancha grisácea y consistente, temblorosa, una gota de aceite en la transparencia de un nuevo día.


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