miércoles, 5 de agosto de 2009

La pecera

Capítulo III




La mujer siempre había sido una perra rabiosa que mordió a toda su familia causándole esa muerte espumosa. La madre había muerto al resbalarse del balcón de un hotel cuando quería separar al nuevo padre y amante de las fraternales caricias de su hija. El padre la abandonó después de dejarla porque era un patán.


Se comprobó que había sido un accidente al encontrar un montón de vidrios en su abdomen y ríos de alcohol en sus venas. Estuvieron juntos sólo dos meses. Ella comenzaba a bailar en los eventos infantiles que organizaba Doña Nemi. A esa edad los eventos mantenían quietos a los niños mientras que los papas se ponían a brincar.


-Me voy pastelito de mouse revlon. Tus reclamos han invadido el lugar que te había hecho en mi vida. Yo necesito una mujer que me quiera. Tu sólo vives pensando en tus tintes, en tus clases de gimnasio, en tus coreografías. Voy a emparejarme con una de mi edad. Yo a ti ya te llevo tramo. No voy a ocultar que me voy dolido por tu desaire. Pero como yo soy el maduro aquí voy a dejar que las cosas se den como se tenían que dar. Pero eso sí desde ahorita te lo digo, es más dónde firmo, piensa bien lo que vas a hacer porque una vez que yo ponga un pie fuera…cero…borrado…out…bien out porque a mí no me gustan los jueguitos de adolescentes, si te juntas conmigo nos ponemos a chingarle para levantar la casa y te ahorras las saliditas a la estética y tus pociones, yo no me opongo a que tengas tu dinero, pero comparte un poco más para los gastos.



-¡Levantar una casa! Lo único que has levantado desde que murió tu esposa es un montón de latas de cervezas que tienes en el patio. Eres un parasito.


-Acuérdate que yo aún me estoy recuperando. Nada más deja que vuelva a la jugada.


- Todavía estoy aturdido por… tú no vas a cambiar. No sé, no sé, nunca he usado tintes. Tú nunca vas a cambiar.


- Sólo sabes hacer basura y desperdicios, y vómitos, gargajos, pedos, y hasta te cagas en los calzones. No te acuerdas la última vez que tuve que traerte en taxi a casa porque ni la policía quería subirte. Tú barba de media semana, el sudor, la mierda seca y ese vapor tuyo que destruye lo que toca. Claro que tienes que estar de acuerdo en que yo trabaje imbécil, de dónde sacarías para envalentonarte y venir aquí a dar sermones y después ponerte a lloriquear tu miserable vida.


-No te pongas así toñita. Se te arruga la cara y puedes perder elasticidad para cuando vengan las cirugías…¿Por qué te ries? ¿Dije algo chistoso?


-No, no, no es eso.


-Y…¿Me vas a decir?


Siempre cuando terminamos de estar juntos me pongo a pensar que siempre me digo que ya no quiero más intimidad contigo, porque te estoy dejando en verdad ¿Sí lo sabes verdad? Pues te lo digo ahora. Haz una pausa si es necesario; esto es lo único verdadero que he dicho desde que te conocí. Desde la primera vez que me tuviste siempre me arrepentía y volvíamos otra vez a ese juego del papa y la hija en el que me hacías sentir una mierda por lo que le estaba haciendo a mamá y luego a ti porque según tú yo te provocaba, y me abalanzaba sobre ti con deseos de molerte la cara y me tomabas y tirabas y abusabas de mi, te levantabas y te ibas.





-Y esta vez ya no será a si. Te conozco… pero esta vez tus piropos estúpidos puedes guardártelos, además no creo que sean muchos, ni en eso te aplicaste, si me tuviste las veces que quisiste fue porque yo estaba obligada a obedecerte y como además fuiste mi primer amor, el más puro, el más inocente, el más doloroso, te amaba y además te respetaba porque mamá siempre nos habló cosas buenas de ti. Ni una sola vez los vi pelear. Nos decía que tú habías comprado la casa y que te habías enamorado de ella porque te había cuidado después de un accidente. Después supimos que de un botellazo un hombre te envió al hospital y que mamá te limpió la cara con el trapo mugroso con el que limpiaban la barra y detuvo tu cabeza hasta que llegó la ambulancia. Pero yo he decidido tomar mis propias decisiones y negociar mis encantos para que me convenga. Ya no siento el peso de tu mirada sobre mí. ¿Qué puedo obtener de un borracho fracasado que ha convertido mi cuerpo en uno más de sus vicios? ¿He de seguir llenando tu estómago para que circule tu sangre putrefacta y tu mente enferma sólo desee vivir como una bestia embrutecida? ¿Para que me quites el único bien que me has dado? La puerta que has abierto con tu perversión. Si tu entras por ahí ocuparas ese espacio con hombres depravados fumando crack, bichos arrastrándose por todos lados, idas al hospital. ¡Esa puerta para ti está atrancada, sellada! ¡Tomé martillo y clavos y la soldé! Adiós papá. Adiós Antonio.



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