lunes, 14 de septiembre de 2009

Dos pesos.


Entró al estacionamiento donde cobraban doce pesos porque no había encontrado cerca de la plaza. Estacionándose en ese lugar evitaría caminar y el insoportable calor que sofocaba al zapato más aguantador o al tenis pentatlonico de cualquier marca, aun a los de la palomita. Hasta la palomita bajaba su punta para convertirse en una línea mediocre. Ahorita le pagó -le dijo al señor del estacionamiento cuando ya había cruzado la puerta hacia la calle-.


Apresuró el paso compitiendo con la manecilla del checador del estacionamiento. Llegó a una esquina donde se paró hasta que el semáforo le guiñó el ojo y aquel que iba sólo pensando en los papeles que tenía que recoger ni lo peló. Ya había penetrado la calle bulliciosa en la que las tiendas exhibían el último aullido de la moda o como digo yo, el quejido de un muerto llamado mundo que prometía hacerlo más vivo.


En realidad no iba a recoger ningunos papeles. Ya después nos enteramos que había visto unos pantalones y playeras únicas en su tipo y que por lo mismo temía se fueran a acabar. Esa era la verdadera razón por la que apuraba el paso. El carro podía dejarlo estacionado fuera del cajón que le asignaban, las calles las cruzaba aun metiéndose entre los coches que amenazaban con rozarlo con sus labios de metal, si tenía algún pendiente en el trabajo encontraba una manera para postergarlo, hasta a sus amigos hacía esperar cuando habían quedado de verse; lo único que no podía esperar y que le tenía bien contado el tiempo era su guardarropa. Como si fuera una amante lo consentía con regalos que le tomaban horas en escogerlos.


Si a sus novias harta con sus preguntas insistentes sobre su aspecto, sus miradas furtivas a cualquier pared reflejante que le devolviera un elogio, las digresiones que surgían en las pláticas cuando se atravesaba algún nuevo detallito para su amante te haces una idea de cómo nos ponen a nosotros.


Ese día no había sido la excepción. Su probada afición por los detalles lo hizo demorarse más de lo que tenía previsto. Después de que alcanzó a comprar las playeras y pantalones exclusivos le surgió su carácter filantrópico y decidió buscar qué más podía regarle a su guardarropa. Por método recorría la tienda para aguzar sus ojos y sinestesicamente captar el ya citado aullido de la loba moda.


Como su amante era celosa no podía derrochar el dinero a sí como así. Se acordó de él y apresuró el paso intentando ahorrarse algunos pesos. Sabía que la tarifa mínima eran 12 pesos aunque guardaba la esperanza que el dependiente la redujera como premio a su rapidez. Volvió el camino que había recorrido hasta llegar a la entrada del estacionamiento. Lo cruzó y se dirigió a la caseta de cobro. Entonces cuánto le debo-le dijo al dependiente esperando que su despiste terminara también confundiendo a aquel. Son 12 -le dijo-. Esculcó sus bolsillos para sacar los únicos 12 pesos que había guardado. Puso primero una moneda de 5 pesos, luego otra de 5 y el encargado cerró la mano. Así está bien, déjalo, déjalo –le dijo , sintiendose retado por la velocidad con la que habia regresado-.


Marchó muy contento con su hazaña. Había logrado que no le cobraran los doce pesos. Llegó hasta su auto y lo sacó del estacionamiento. Cuando ya había cruzado la puerta del lugar se acordó que no se había puesto el cinturón de seguridad, por lo que decidió aparcarse en la acera más cercana a la puerta. Una vez que se hubo estacionado intentó jalar el cinturón pero notó que se había atorado con la puerta. Inmediatamente la puerta se abrió y escuchó el sonido metálico de un objeto que había salido de su auto y se había estrellado contra el piso.


Pensando que algo importante se le hubiera caído descendió del auto y comenzó a buscar debajo, luego en los alrededores y luego más abajo y nada. Decidió volver al auto para hacer un inventario de sus posesiones. Al parecer todo estaba en orden. Finalmente decidió revisarse los bolsillos y contar su dinero. No le tomó mucho tiempo, ya que sólo eran dos pesos. Cuando se percató que había perdido el botín de su batalla se maldijo por haberse apresurado para nada, pero cuando vio la pendiente por la que se había ido su moneda se resignó.


Hurgó en la guantera para sacar sus lentes de diseñador. Encendió al aire acondicionado y cuando estaba a punto de subir el parabrisas una pequeña mano percudida se asomó. Desconcertado miró hacia fuera y encontró a un niño pequeño de unos 6 años con la cara toda manchada y sus zapatos que hablaban más que él. Señor su moneda, se le cayó, hasta allá estaba. Aturdido por ese gesto no supo cómo reaccionar, sólo estiró su mano y el niño se fue brincando por la banqueta. Niño tonto -se dijo mientras los parabrisas subían y lo aislaban del calor y de la mugre con la que el niño había embarrado su moneda-.


-Y esa es la verdadera historia. El niño se fue sin la moneda. Te mintió.


-Tú eres el mentiroso. No trates de quedar bien porque está Angélica. Ella sabe cómo eres. Sí así fue como nos lo contaste la primera vez y hasta dijiste que por eso estaban tan jodidos. No le saques.


-Bueno ya: total sólo eran dos pesos y el niño parecía contento, ¿no?

8 comentarios:

  1. Si así fue...¡qué niño tan tonto¡ si por eso estamos bien jodidos, ¿qué no basta con ver a los funcionarios qué bien les va?

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  2. Nemo, lo volví a leer, tu ingenio me hace reir mucho, jajajajajajjajajaj. La palomita que se volvió raya, el semáforo que guiña un ojo, ¡qué ciudad tan llena de vida¡¡

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  3. ora sí que ni quién irle...risas por lo de que el guardaropa era su amante, jejejeje, par de mentirosos hubieran echado mentiras pero pobre niñito su monedita de dos pesos...gina sí que me sorprendes: cero familia, nanais de honestidad...¿eres familiar de Elba Esther Gordillo? No mi Gin que los de arriba sean unos cerdos pero nosotros no vamos a tragarnos su lodo ¿no crees?

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  4. sí, cero familia, ¡¡¡gracias a los condones que son bien efectivos¡¡¡ Y honestidad........pues tampoco, la verdad todo cuanto escribes, el viaje de la palabra a la escritura se convierte en ficción, qué te puedo decir?? Y sobre este relato de mi querido memo pues es todo, historia y discurso. de su discurso te digo que me gusta porque hace una personificación de la ciudad, de los objetos que le dan un toque 'juguetón', sus meáforas son ingeniosas ya lo dije, la redacción eeeeaaa, su estilo laberíntico, un poco de caos con un poco de orden, ideas originales. de la historia pues dudo mucho que tenga una función moralizante, a mí me pareció todo lo contrario, para burlarme ¡¿qué mas?¡. ojalá fuera familiar de elba, tendría una hummer en la cochera.

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  5. Según yo la honestidad puede ser un lujo si estás jodido. Luego: el tipo del carro se descuido y hasta se había resignado. El chavillo del dos, por los dos pesos, se puso águila o sol, la neta no que halla caido, el otro güey estaba tan metido en su rollo que ni se dió cuenta ni tampoco supo qué hacer. Era justo que por su estupidez perdiera la moneda. Chale me da hueva tener que explicar prefiero narrar, pero: este relato lo hice más para generar preguntas que respuestas y va bien. Saludos a Gina y Cristy, en ese orden.

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  6. Nemo, lo del orden es por que ella te comentó primero ¿verdad?. ¡Hey Gina! ¿fan del encapuchado de latex? chócalas. La terca soñadora, esa soy yo. Saludos a uno con la derecha y otro con la izquierda. Bye

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  7. uju, soy más fan de lo que va dentro. ;)

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¿y?