miércoles, 31 de marzo de 2010

Suave como una arma lustrada

¡Suelta pendeja! Me lo dieron a mí. Ya ves cómo eres. No vuelvo a montarme en tu pedazo de lámina. Que los sueltes.
Y los uniformados intercambian miradas socarronas ante el espectáculo por antena libre. Él ejemplar, inmutable, rostro endurecido, mano en el arma preparada, tal como lo han adiestrado. Un codazo, la mano cerca de la otra mano que coquetea con el gatillo. Una abundante mancha de sangre en la entrepierna. Cambios de sexo gratuitos en los cruceros. Y para la cara las codiciadas muestras gratuitas de crema facial.

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