martes, 2 de febrero de 2010

Dis-curso

Enciendes la tv. Y tras días de permanecer confinado al aura ártica del cuarto y tu mente, la luz que emana de la pantalla calienta los huecos que la apatía ha dejado en tu cerebro. Como la fogata del inuit dentro de su caverna.

Han matado a nuestro hermano mayor. Nosotros lo vimos desde que empuño por primera vez la espada. Lo acogimos porque prefirió quedarse con nosotros, los afligidos, los que nada han tenido, en lugar de marchar en las filas de los dioses.

Robó el balón a los dioses y el juego hizo temblar los ordenes pétreos. Ahora la ley se mediría de acuerdo a la fuerza de los hombres.

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